jueves, 14 de abril de 2016



EL DESEO DE SALIR ADELANTE 


Cuando yo tenia 10 añitos mis padres me habían llevado de visita donde mis tíos, a quienes no había visitado durante un largo tiempo, el viaje duro poco y una vez allá desempacamos las cosas, mientras mis papas conversaban con mis tíos yo  me dispuse a salir a dar un paseo para calmar mi curiosidad, seguía caminando hasta que me topé con un grupo de niños que estaban jugando en el parque. Quería saber lo que estaban haciendo y decidí acercarme más a ellos.

-Hola ¿Qué hacen? - Pregunte sorprendida.
Ellos me regresaron a ver y uno de ellos me dijo:
-Nosotros practicamos malabares para cuando el semáforo cruce de verde a rojo podamos salir a demostrar y de esta manera nos ganamos algunas monedas.
Me di cuenta que era tarde, me despedí y fui a casa.
Al llegar a casa abrí la puerta y vi que mi padre seguía platicando con mi tío.
Silenciosamente me acerque y escuche que mi papá le pidió a mi tío que nos deje quedar unos meses, debido a que perdió su trabajo y ya no tenemos a donde ir.

En efecto -dijo mi tío: Sin pensarlo dos veces, acepto que se queden, el tiempo que ustedes crean necesario, pero con la condición que deben aportar dinero, para los gastos de la casa. Inmediatamente mi padre respondió que no había problema alguno.
Después de la merienda mi Padre estaba solo en el cuarto diciendo: - ¡No puedo más!

En ese instante me acerqué llorando a mi padre y le dije que yo iba a trabajar en la calle haciendo malabares junto con los otros niños para así aportar en la casa.
Mi padre insistía, diciendo:
-Mi hija no puede peligrar su vida en la calle, hay muchas cosas que te pueden pasar allá afuera, nada es seguro.
Al ver a mi padre tan preocupado le dije que debía confiar en mí, que sabe muy bien que me sé cuidar sola, además no quiero ser una carga más para usted, para mi mamá, ni para mí tío y sé que de esta manera puedo ayudarles a salir adelante.

Mi padre con dolor en su mirada acepto y decidió darme permiso para trabajar.
Al siguiente día muy temprano salí de casa y fui a buscar a los niños malabaristas. Al llegar al parque vi que ellos estaban practicando los malabares, les pregunté si podían enseñarme y muy gustosos lo hicieron, para mi suerte yo era muy buena para los malabares.
Seguidamente fuimos a las calles, estábamos cuatro niños por semáforo, el tiempo pasaba y pasaba, cada vez yo me sentía muy feliz, porque ganaba algunas monedas.
Después llegue a la casa, me senté en la mesa a contar las monedas que había ganado, cuando acabe fui alegre al cuarto de mis padres.